Cuando comencé a vivir en pareja tuve la suerte de que en nuestra habitación tuviésemos 2 closet, nada de mezclar ni convivir en un mismo espacio reducido de cajones y perchas. El closet pequeño para mi y el grande para ella. En un primer vistazo era una decisión obvia considerando la diferencia en el volumen de ropa que manejaba cada uno, pero, como me daría cuenta más tarde, también influirían nuevos factores que no me imaginaba, puesto que desconocía por completo el fabulosamente enigmático (zzzzzz) mundo de la moda femenina.
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